martes, 20 de mayo de 2008

ALEJANDRA PIZARNIK, EL YO INEXISTENTE


“Nadie puede salvarme pues soy invisible
aun para mí que me llamo con tu voz". A.P


El sólo hecho de hablar de Alejandra Pizarnik nos lleva indispensablemente por un camino oscuro y turbulento, de muerte, locura, pasiones y, sin duda, de buena poesía, aunque es mejor que lo dejemos en simplemente poesía, pues lo buena o lo mala que sea, hablando de claridad literaria, ritmo, forma y fondo, no es ni el tema, ni el objetivo de este escrito.

La poesía es una expresión literaria tan compleja, que incluso aún a mi me cuesta trabajo comprenderla, pero, sin duda alguna, la poesía de Pizarnik tiene una presencia propia en el mundo de las letras, que está ligada a las múltiples experiencias trágicas que tuvo a lo largo de su vida, y a su destino predecible e inevitable.

Su profunda timidez y sus problemas de salud nos muestran una Alejandra débil, dudosa, subordinada e incrédula en cuanto a su trabajo y su vida, como ella misma lo describe en un artículo de la revista Diario Buenos Aires:

«Si no fuera así —escribe el 24 de mayo de 1966— no leería para aprender sino para gozar. ¿Aprender qué? Formas. No, no es el deseo de frecuentar modos de expresión. Mis contenidos imaginarios son tan fragmentarios, tan divorciados de lo real, que temo, en suma, dar a luz nada más que monstruos. (...) Creo que se trata de un problema de distribución de energías. Pero lo esencial es la falta de confianza en mis medios innatos, en mis recursos internos o espirituales o imaginarios» («Diarios 1960-1968», op. cit., pp. 279-280).

Pero sus escritos nos dejan ver la otra cara, que si bien es funesta y sombría, atrapa a los lectores y tiene la valentía de llevarlos por los sub-mundos de la realidad humana, como lo hace en sus obras La piedra de la locura y El infierno musical, publicados en 1968 y 1961, respectivamente, y que pertenecen a la segunda etapa de su poesía donde hay una mayor presencia de prosa, un discurso inacabado y caótico, que por medio de la repetición y la confusión presentan relacionen de recuerdos de diferentes tipos.

De la misma manera como recorremos piezas poéticas que nos internan en abismos delirantes y dramáticos, que nos precipitan en la mejor expresión de pizarnik, existen otros textos que abruman por su dulzura y sencillez, y nos proponen recitar poemas de amor en las calles del París de los años sesenta, y aunque si bien no son palabras que describen un amor verdadero e infalible, reconocen al yo propio casi inexistente frente a un otro que existe delante de mí.
Lo que en conclusión me atrapa de la obra de Pizarnik y de su propia vida, es la posibilidad de matar y revivir demonios de otros tiempos, no los suyos sino los míos, que quizás y al fin al cabo podrían camuflarse para ser los mismos, en el yo figurativo, simbólico y ausente de la poesía.

No hay comentarios: