martes, 20 de mayo de 2008

DEL CHISME Y SU POSIBILIDAD COMO LITERATURA



La novela Todo en otra parte, de la escritora colombiana Carolina Sanín, es realmente un reto para lectores abrumados, lentos y despistados como yo. A algunos les ayudan los mapas de relaciones entre los personajes y las situaciones, las notas en los libros, las líneas subrayadas, entre otras cosas para comprender desde el inicio el fondo y la forma de este libro, pero en mi caso fue un completo desastre. Prescindí de tales ayudas hace años por culpa de una mala costumbre de escritora barata, así que fue un reto, como lo decía antes, la lectura de esta desordenada y, en algunos momentos, desorientada novela.

Quizá por todos los atributos anteriores hacia mi lectura, el libro no es para mí una obra de arte, sino una de des-arte, como su mismo nombre de entrada lo anuncia. El lector que no haya desfallecido en las primeras páginas tiene suficientes oportunidades de exasperarse en el resto del libro. El sexto capítulo, en cambio, es el capítulo del descanso: los personajes de la historia se convierten a una fábula bucólica, y al escribir yo misma sentía que me había ido de excursión[1].

La literatura, al igual que todo arte y expresión humana, se sustrae de lo cotidiano, de lo absurdo y lo irreal. El chisme, que entra en la primera categoría, hace parte fundamental de la novela de Carolina Sanín, Todo en otra parte. De ella se atiene Sanín para desarrollar su texto.
Me parece que todas las situaciones de la historia son cotidianas. Digamos que en ella hay un realismo del pensamiento y no de los sentimientos
[2].

La interrupción como técnica literaria, dentro de una lírica fluida y simple, es quizá una de las más grandes dificultades de los escritores actuales, pero en este caso específico es también una virtud. No hay nada más complejo que ir intercalando conceptos, ideas, situaciones, personajes, de la forma que lo hace esta escritora colombiana, que traduce en caos un romance que es exhausto y que tal vez no existe.

Dentro del desorden, las palabras se expresan como son, como la misma autora lo reconoce, objetos delimitados y complejos; como simples unidades lingüísticas que si bien hacen parte de un todo, no pierden su valor cuando se encuentran en una hoja solas, abstraídas y mirando asustadas que a su alrededor no hay nada.

Sanín hace de su novela una hoja en blanco, donde una palabra puede ser un todo, o mejor, lo único verídico y realmente útil, jugando con el lenguaje, en su expresión más mínima y al mismo tiempo contando una historia de amor; pero el valor de la novela no se basa en ese juego ininterrumpido, aunque si bien tiene una validez extraordinaria en cuanto a novedad en la estructura literaria, sino su base está en cómo contar una historia y llevarla por los tubos del chisme, como lo que es, una expresión típicamente humana, que usamos todos los días para no aburrirnos de la rutina.

En la novela de Carolina Sanín la vida de los personajes es solamente una serie de chismes. Ella no quería representar nada, sólo crear un mundo jugando con las formas del lenguaje. Todo lo que le sucedió después de publicar el libro le demostró que no estaba tan lejos de la realidad.[3].

La historia de amor de Carlota y Julio, lo protagonistas de la novela, se desarrolla en medio de chismes, ni siquiera el tan nombrado y posicionado perro se salva de éstos.

De otro lado, en la novela de Sanín, un espectro recorre-asedia a Todo en otra parte; ese espectro, para mí, es el del perro, del cual el lector nunca sabrá nada, más allá de los imprecisos y parcos rumores que se tejen en el texto[4].

Cuando carlota y Julio salen, cuando se acuestan, cuando comen, cuando pelean, se teje tras ellos, y quizá delante de ellos un chisme, o dos o tres, que unen las situaciones, los otros personajes y los lugares entre si, sin dejar un solo espacio en medio. Los chismes son el inicio, el nudo y el desenlace de la historia, su eco, su pulmón.

Dentro de la literatura actual, pocas novelas o escritos se han tejido de manera tan magistral dentro del chisme y con el chisme, como todo en otra parte. La exasperación de los medios por conseguir el chisme y hacer de él una noticia, que realmente afecta a pocos pero que muchos disfrutan, es impresionante. ¿A quién le importa si tal o cual se casó con el que no era su novio de toda la vida, o si en la fiesta estuvo juan con la hija de Pepa pero estaba mirándole el culo a la actriz que estaba sentada junto a él? La periodista Sandra Russo define muy bien ese por qué: disfrutamos del escándalo ajeno, denigramos a quien engañó, curtió o mintió. "Alguien se ha salido de madre. Alguien se fue al carajo." En suma, nuestro placer se encuentra en la caída del otro. En el reino de los bajos instintos y de la perversión del dato[5].

La editorial de una revista lo explica también como especie de goce perversamente humano: Escuchar un chisme produce una sensación en el cuerpo que sólo se compara con la que produce escuchar un chiste. Descubrir la intimidad de otros genera una atención natural que no logran ni el cálculo matemático, ni las reglas gramaticales, ni los vericuetos de la informática. Lo íntimo tiene su sensualidad, mientras que el cálculo y la gramática acostumbran irse vestidos a la cama. Es que el chisme lleva puesto el principal placer del secreto: la posibilidad de ser revelado[6].

No se ha hablado mucho, dentro del mundo elegante y elitista de las letras, sobre el chisme y su posibilidad literaria, sin embargo uno de los más grandes escritores del siglo XX y pionero del periodismo literario, Truman Capote, anotó una vez que el chisme era literatura, tal vez en sus libros lo usó como técnica, si se puede llamar así, porque nadie puede negar que A sangre fría, está contada por medio de especulaciones y patrañas alrededor de la familia de Garden city que fue asesinada, lo que vio un supuesto testigo o lo que no vio, lo que supone la vecina sobre la muerte y lo que sabe por voces de barrio sobre los miembros. Esto no se aleja mucho de la obra de Sanín, que comparte con sus lectores palabras populares de ciudad, aunque si bien cosmopolita, sumida aun en los aires coloniales donde todos nos conocemos así no sepamos nuestros nombres.

Pero la gran pregunta es por qué el chisme llega aun a estas sociedades postmodernas, silenciosas y enormes, donde cada vez se tienen menos conocidos, más enemigos y poco tiempo para sentarse a tomar el té con los primeros, siendo este el mejor pretexto para rajar del prójimo, como se dice popularmente en Colombia. Eso lo explica el español Alejandro Gámbara en su ensayo Capote, cotilleos, mudanza, que apareció recientemente en la revista El Escorpión, en el cual afirma que gracias a los rumores la comunidad vigila sus propios límites, siente que controla los cambios y los imprevistos y finalmente refuerza su historia.

Así mismo José Luís Vargas, en Full Talk Show, pone en entredicho el papel de lo público y lo privado al hablar del chime. Por ejemplo, hoy se habla de sociedades mediatizadas o sociedades de la comunicación, donde, por lo visto, se está trastocando el concepto de lo público y lo privado. Es decir, con ese tipo de programas (talk shows) y otros que están basados en el viejo placer humano del chisme, cada vez es más difícil distinguir la frontera entre el espacio privado y el público.

No solo en la televisión, que es un medio chismográfico bastante popular, ha calado el chisme en si mismo como posibilidad, sino como hemos visto, también en la literatura lo ha hecho, desde Capote hasta Sanín, guardando las distancias.

Lo que realmente abruma es que el placer del chisme nunca había sido plasmado y aceptado de tal manera, como en este libro, como una verdadera posibilidad literaria, aunque siempre ha sido una bondad de la comunicación. Por este motivo, y solo por éste, la narrativa de Carolina Sanín tiene un verdadero sentido, que incluye al otro en su literatura, y hace que tome parte de ella como si fuera un chisme que corre de esquina en esquina en un mundo donde todo está en otra parte.

[1] Carolina Sanín Paz. Haber escrito Todo en otra parte [2] Carolina Sanín en entrevista para El Tiempo. Bogotá. 2005 [3] Carolina Sanín Paz. Haber escrito Todo en otra parte. [4] Andrés Octavio Torres. Echándole los perros a Carolina Sanín. [5] Sandra Russo. Como chismosa un fracaso. En: ¿Qué te importa? [6] En: ¿Qué te importa? Editorial.

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